sábado, 13 de noviembre de 2010

Testimonio Convivencia 0


Kilómetro 0: mucho más que una experiencia...
Todo empezó mucho antes de lo previsto : quince días antes de la convivencia oficial, nos proponen otra fecha: ir una semana antes, en el puente de Todos los Santos. La verdad es que en un principio sonó un poco mal porque teníamos planes y cosas que hacer en esos días pero, aún así, ocho nos arriesgamos y embarcamos en un viaje que nunca nos arrepentiremos de haber hecho.
El día 29 de Octubre por la mañana, las ocho personas que nos disponíamos a ir, estábamos muy nerviosos y nada ni nadie fue capaz de quitarnos la ilusión y felicidad que teníamos, contando las horas para ver a aquellas personas que nos habían enseñado muchísimas cosas y con las cuáles habíamos compartido un montón de experiencias imposibles de explicar en la convivencia del verano anterior. El tren lo cogimos a las 8 de la tarde y aunque el viaje duraba hora y media, se nos hizo muy corto pensando en las personas con las que nos íbamos a reencontrar.
Llegamos los últimos a la casa de la Congregación; todo estaba a oscuras pero nos esperaban un montón de gente reunida en un pequeño espacio con luz. Nada más vernos empezaron a darnos abrazos los que conocíamos y que tanto habíamos echado de menos,... Después nos dirigimos al comedor donde cenamos la sopa que todos los años nos preparan las monjitas... Tras unos juegos para conocernos mejor y una oración, nos fuimos a dormir.
El sábado transcurrió muy deprisa. Vimos Matríx, una película que refleja totalmente lo que significa ser cristiano, y en torno a ello giró toda la convivencia. También tuvimos momentos de descanso para conocernos mejor: jugamos al fútbol, a la cartas o simplemente hablamos con personas que eran importantes en nuestras vidas. Al finalizar el día tuvimos la Adoración. Hubo algunos que nos emocionamos y salimos con algunas lagrimillas en los ojos pero, no les faltó tiempo a nuestros compañeros para venir corriendo y darnos un gran abrazo lleno de cariño y de ánimos. Para terminar, realizamos diferentes juegos dónde se fomentó el trabajo en equipo y tras una serie de canciones nos acostamos.
El domingo fue un día muy especial: empezamos viendo un trozo de una película en la que se nos enseñaba que la fe cristiana es algo que hay que vivir en comunidad. Seguimos con la celebración de la Eucaristía y después de comer, empezaron las despedidas,... Besos, gracias por todas partes, mucho cariño y ánimos para seguir adelante. Con cada abrazo me daba cuenta de que cada una de esas personas ya eran muy importante en mi vida y que si cualquiera de ellas no hubiese estado allí, nada hubiera sido igual,...
En fin, todo hizo que estuviésemos más cerca de Dios y que nos diésemos cuenta de lo que realmente somos y que queremos hacer con nuestra vida: elegir la pastilla roja, el camino difícil y apostar por Cristo; o elegir la azul y seguir como hasta ahora. También sentimos que no somos los únicos que optamos por el camino de la fe, sino que hay muchos jóvenes que, al igual que nosotros, quieren seguir a Jesús.
Quiero agradecer a cada una de las personas que, siguiendo el ejemplo de Cristo, año tras año hacen que estas convivencias se puedan seguir realizando. A cada uno de los catequistas que ponen todo su empeño en acercarnos un poco más al camino de la fe. A cada una de las monjas que todos los días están pendientes de que no nos falte de nada... Y a todos los que he conocido allí porque son increíbles. Mil gracias (y nos vemos en la próxima).
(Adela Sarrió Yuste, 4ºA de ESO)

CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO

No me des todo lo que te pido.

A veces solo pido para ver hasta cuanto puedo coger.

No me grites.

Te respeto menos cuando lo haces, y yo no quiero hacerlo.

No me des siempre órdenes.

Si me lo pidieras yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas, buenas o malas.

Si prometes un premio, dámelo, si es un castigo también.

No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos.

Si me haces sentir el mejor, alguien va a sufrir.

Y si me haces sentir el peor, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión tan a menudo.

Decide y mantén tus decisiones aunque me duelan.

Déjame valerme por mí mismo.

Si tú me lo haces, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que lo haga por ti.

Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

Cuando estés equivocado en algo, admítelo.

Así me enseñaras a admitir también mis equivocaciones.

Trátame con la misma amabilidad con la que tratas a tus amigos.

Porque que seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.

No me digas que haga algo que tu no haces.

Yo aprenderé lo que tú hagas, pero nunca hare lo que tu digas y no hagas.

Cuando te cuente un problema mío, no me digas “no tengo tiempo para bobadas” o “eso no tiene importancia”.

Trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiéreme mucho y dímelo.

A mí me gusta oírtelo decir.

Ama hoy, mañana puede ser muy tarde

¿Ayer?...¡Eso hace tiempo!...

¿Mañana?...No nos es permitido saber...

Mañana puede ser muy tarde...
Para decir que amas, para decir que perdonas, para decir que disculpas, para
decir que quieres intentar nuevamente...

Mañana puede ser muy tarde...
Para pedir perdón, para decir: ¡Discúlpame, el error fue mío...!

Tu amor, mañana, puede ser inútil;
Tu perdón, mañana, puede no ser preciso; Tu regreso, mañana, puede que no
sea esperado; Tu carta, mañana, puede no ser leída; Tu cariño, mañana, puede no
ser más necesario; Tu abrazo, mañana, puede no encontrar otros brazos...

Porque mañana puede ser muy, muy tarde!

No dejes para mañana para decir: ¡Te amo! ¡Te extraño!, ¡Perdóname!,
¡Discúlpame! ¡Esta flor es para ti!, ¡Te encuentras muy bien!

No dejes para mañana
Tu sonrisa, Tu abrazo, Tu cariño, Tu trabajo, Tu sueño, Tu ayuda...

No dejes para mañana para preguntar:
¿Puedo ayudarte? ¿Por qué estás triste? ¿Qué te pasa? ¡Oye!...ven aquí,
vamos
conversar. ¿Dónde está tu sonrisa? ¿Aún me das la oportunidad? ¿Por qué no
empezamos nuevamente? Estoy contigo. ¿Sabes que puedes contar conmigo?
¿Dónde están tus sueños?

Recuerda: ¡Mañana puede ser tarde...muy tarde! ¡Busca!, ¡Pide!, ¡Insiste!,
¡Intenta una vez más! ¡Solamente el "hoy" es definitivo! ¡Mañana puede ser
tarde...muy tarde!

Busca a Cristo hoy. ¡Mañana pueda ser muy tarde!

Comienza tu día de una mejor manera

Hay días en que son las 9:30 de la noche y estoy acostando a mis hijos, y de pronto me doy cuenta de que no he implorado la ayuda de Dios ni siquiera una sola vez a lo largo del día”, dijo una madre a un grupo de padres de familia que estaban compartiendo acerca de su vida de oración. “Casi siempre que me desentiendo de platicar con Dios durante la mañana, el día me resulta muy ajetreado y disperso”.

Los ahí presentes asintieron con la cabeza en señal de aprobación. Al cabo de un rato, los padres se dieron cuenta de que la vida fluye más fácil cuando iniciamos el día en oración. Desafortunadamente la oración durante la mañana no es un hábito natural. La mayoría de nuestros días comienzan en actividad. Los hijos necesitan ir a la escuela, hay que firmar los permisos necesarios, preparar los almuerzos de todos, y aun así todos nos apresuramos hacia la puerta esperando ser los primeros en salir. Para disminuir esa tendencia, propongo cuatro sugerencias que pueden ayudarte a iniciar de manera orante tu día:

1. Busca la manera
Posiblemente lo más difícil de la oración de la mañana es establecerla como hábito diario. Crea una estrategia que te permita detenerte por un momento para orar. Conozco personas que sobre el espejo de su baño han colocado una copia del Ofrecimiento del día. A través de los ojos lagañosos se recuerdan a sí mismos la necesidad de ofrecer su “oración, alegrías, obras y sufrimientos de este día” a Dios. La monjita que fuera mi maestra de cuarto año de primaria nos enseñó un truco diferente. Nos aconsejó que durante la noche colocáramos nuestros zapatos bajo la cama lo más alejados de la orilla que pudiéramos. Dado que ya estábamos de rodillas guardando nuestros zapatos, podíamos recitar las oraciones nocturnas. Al siguiente día, cuando despertáramos y tratáramos de alcanzar nuestros zapatos, una vez de rodillas, podíamos recitar nuestras oraciones de la mañana. ¡Funcionó!

2. Deja todo en manos de Dios
Si separas un momento para la oración de la mañana, y lo único que haces es concentrarte en las preocupaciones y pendientes del día, te volverás loco en muy poco tiempo. La buena nueva de la oración de la mañana en oposición a las preocupaciones de la mañana, es la oportunidad que te brinda de depositar todas tus preocupaciones en las manos amorosas del Padre. Imagínate sentado con Jesús frente a frente. Indistintamente de los miedos que te lleguen, déjalos ir. Déjalos en sus manos. Tu imaginación puede paralizarte o fortalecerte. Cuando medites en los desafíos que te aguardan durante el día, imagínate que vas acompañado de Jesús, quien amorosamente cuida de ti.

3. Pide virtudes y no resultados
Es muy natural pensar que sabemos cuáles cosas son mejores para nosotros y para quienes amamos, por lo tanto, oramos con mucha frecuencia para que Dios nos conceda determinados resultados ante los momentos problemáticos de nuestra vida. En lugar de pedir determinados resultados, pide a Dios que te conceda las virtudes necesarias para enfrentar los desafíos que el día te presenta. No necesitas saber exactamente lo que necesitas, sólo pídelo con sencillez: “Dios mío, concédeme tu ayuda para vivir plenamente el regalo de este día”.