Convivencia Un lugar en el mundo 2010
De las tres convivencias que van seguidas durante 3 veranos consecutivos, ésta era la última de éste estilo más pensado para jóvenes que están empezando a dar sus primeros pasos en la fe, no obstante “Un lugar en el mundo” es el final de un proceso y el comienzo de otro, pues la convivencia tiene como finalidad el acercamiento a Cristo para que puedan ir teniéndolo como centro de sus vidas, o al menos que lo tengan presente en ellas.
Como no, la convivencia tuvo lugar en la maravillosa casa de Jerez, de la Congregación, donde asistimos un grupo de unos treinta y pico catecúmenos y 8 animadores. Convivimos gente de Málaga, San Fernando, Jerez, Madrid y Sevilla, algunos ya se conocían de encuentros anteriores y otros era la primera vez que se veían pero terminaron siendo un grupo unido.
Tuvimos muchos momentos de risas, baños en la piscina, partidos de futbol, conversaciones interesantes donde conocernos mejor, bromas, partidas de cartas del asesino, bailes, pruebas por las noches etc., pero sobre todo si hay algo que marca “Un lugar en el mundo” son los momentos conocidos como los de “reflexión”. Las primeras experiencias fueron un poco “pesadas” para algunos, hubo a quien se le hacía largo el rato de reflexión personal, otros que terminaban pronto con los documentos porque decían que no tenían más en lo que pensar, otros a los que le entraba sueño… sin embargo, a medida que fueron pasando los días, las experiencias para ellos comenzaron a ser más profundas, y ahora cuando les preguntabas qué tal les había ido en sus reflexiones las respuestas habían cambiado: "no sé, me he sentido diferente", "he descubierto cosas nuevas de mí, de mi vida, porque antes no me había parado a pensarlo", "me he puesto un poco triste", "no me ha dado tiempo a terminarlo todo"… pues sí, pasaron de sobrarles tiempo de reflexión a faltarles, pues la mayoría habían conseguido dejarse llevar por la convivencia y utilizar esos momentos de soledad ante la Biblia y un papel para tratar de encontrarse con Dios en mitad de una reflexión de sus propias vidas. Yo me quedo con todos aquellos jóvenes en los que pude ver que algo les había tocado por dentro, que habían sentido algo que nunca antes habían experimentado, ya que ese algo no era menos que Aquél que en todo momento reina aquélla casa mágica de Jerez.
En la convivencia vimos la película de “Titanic” como ejemplo de una persona que entrega su vida por salvar a quien ama. Además pudimos analizar nuestro mundo, sacando los valores positivos y negativos de los que se compone, tratando de reconocer en qué lugar nos situamos cada uno, cuáles son los valores que vivimos y cuáles son los valores hacia los que nos queremos acercar, es decir, qué lugar queremos ocupar en él. Nos dividíamos en pequeños grupos de reflexión para comentar las experiencias más personales que cada uno estaba viviendo allí, así como para poder discutir determinados temas sobre nuestra realidad, pudiendo resolver dudas e ir conociendo la alternativa de forma de vivir que Cristo nos propone frente a la nuestra. No obstante, además de los grupos pequeños, también hubo reflexiones y charlas en grupo grande: dar a conocer nuestro mundo, de qué se compone, cómo nos comportamos nosotros, y la alternativa que el Señor nos propone. Fueron charlas que nos hicieron pensar a todos, que nos sirvió a todos para darnos cuenta de lo estropeado que está nuestro mundo, y de que el mundo que nos plantea Jesús es sin lugar a dudas el mejor, y que para llegar a él hay que empezar por cambiar uno mismo, pues el camino no es fácil.
Y así fueron pasando unos días maravillosos, donde efectivamente hubo tiempo para todo. Fue un grupo muy bueno de jóvenes, no todos la vivirían de la misma manera, cada uno descubriría cosas diferentes, pero en general todos se comportaron muy bien. En los momentos de juegos y dinámicas de animación todos participaban divertidos así como en los momentos más serios, como las oraciones que se mantenían en silencio pudiendo hacer oraciones muy especiales, aunque es cierto que se echó de menos un poco de participación en ellas a la hora de compartir, la mayoría solía intervenir con una frase del salmo correspondiente que más le gustara. Hubo tiempo para la celebración del perdón, que tras 4 días de reflexiones, se vivió con profundidad sabiendo que Dios nos perdonaba y nos quería por encima de todos los valores negativos a los que cada uno se enfrenta; en ella tratamos de recoger toda la convivencia, lo que habíamos vivido, y mediante dos mundos (uno oscuro y lleno de cadenas y otro limpio y bonito) unidos por un camino, nos fuimos representando por unos muñecos de papel que íbamos colocando encendiendo una vela en el lugar del camino hacia el mundo limpio, el mundo que nos propone Jesús, en el punto donde cada uno nos veíamos que estábamos. Y para finalizar tuvimos la celebración de la Eucaristía, muy especial, y sobre todo, muy cercana, donde tuvimos tiempo para darle gracias a Dios así como hacerle alguna petición. Lo cierto es que esas celebraciones en la casa de Jerez son inolvidables, pues son preparadas entre todos, cada uno pone su granito de arena en la organización de las mismas y es tan familiar, tan cercana que resulta ser, para lo que muchos no entenderían, una misa divertida, gustosa, de la que siempre sales con alegría.
En definitiva, a mí no me queda más que darle las gracias a Dios por haberme regalado esos inolvidables días de convivencia como monitora en “Un lugar en el mundo 2010”, pues cada uno de los niños y niñas fueron un regalo para mí, poder ayudar a gente joven a descubrir al Señor me hace sentir muy afortunada. Pero no puedo olvidar a los monitores de los que tanto aprendí Paco, Poldo, Helena, Alcindo, Marco, Pablo, son ejemplo de amor a Cristo, sus experiencias con los chavales hacía que yo me volviese a sentir una catecúmena más en algunos momentos, y por todo lo que nos ayudaron a mi amigo Pablo y a mí les estoy muy agradecida porque nos lo pusieron muy fácil, ellos más que regalos, han sido auténticos tesoros. Nunca olvidaré esta convivencia, pues me hizo recordar cuando yo la hice, y haberme visto de monitora ahora en ella me hace sentirme enormemente afortunada. Me quedo con cada momento, con cada vivencia de aquélla casa mágica, y sabiendo que la mayoría de los niños y niñas que fueron ya no se sentirán de la misma manera en que salieron de allí, al menos sé que tuvieron la experiencia de aquéllos días que aunque no lo sepan, nunca olvidarán.
Pilar Domínguez Ramírez (antigua alumna y catequista)
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